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A través de la historia del automovilismo hemos sido testigos de la importancia que tiene para cualquier equipo mantener un ambiente de trabajo libre de toxicidad entre sus dos pilotos, lo anterior debido a que, una relación pobremente gestionada, puede impedir la llegada de importantes victorias que, para determinado equipo, supondrían un rotundo éxito. No debemos ir tan lejos para encontrar las consecuencias de lo que pasa cuando las peleas en pista empiezan a destruir el resultado final de una escudería, recordemos el campeonato de 2007, donde gracias a diversas luchas internas entre los pilotos de McLaren, Fernando Alonso y el entonces novato Lewis Hamilton, desembocaron en que el equipo inglés fallara en capitalizar el campeonato de pilotos por un solo punto.
Mucho antes de la situación con McLaren, el papel del segundo piloto ha sido fundamental en la estrategia de una escudería que busca que su piloto principal se clasifique con las mejores puntuaciones posibles, a la par debe ser alguien que no impida el correcto funcionamiento de esta estrategia mientras que al mismo tiempo es capaz de traer puntos importantes con regularidad que le permitan al equipo lograr el campeonato de constructores en el proceso. Cuando pensamos en este escenario encontramos situaciones como las vividas por Barrichello en Ferrari en las épocas gloriosas de la Scuderia o el papel de Fisichella en el Renault campeón del mundo en manos de Fernando Alonso.
En la actual era hibrida de la Fórmula 1, las escuderías son extremadamente cautelosas al momento de elegir su pareja de pilotos, vemos una tendencia enormemente conservadora al punto que los jefes de equipo no tienen problema alguno en reconocer públicamente alrededor de cual piloto quieren centrar su proyecto deportivo en el mediano/largo plazo. Los mejores exponentes de estos casos son precisamente los equipos de punta que plantean su desarrollo y planeación de temporada prestando especial atención a las opiniones de Lewis Hamilton, Max Verstappen o Charles Leclerc.
Sin embargo, debemos preguntarnos; ¿Las elecciones conservadoras en los equipos de punta son perjudiciales para el deporte?, sin duda es una polémica que envuelve distintos puntos de vista ya que como equipo deseas la mejor relación entre tus pilotos y que eviten, en la medida de lo posible, las luchas de pista entre ellos, ya que la pesadilla de cualquier gestor es que sus coches se auto-eliminen, desperdiciando a su vez el trabajo no solo del equipo en el circuito sino también de sus colaboradores en la fábrica principal.
No obstante, como fanáticos, sabemos que las diferentes eras en la categoría reina del automovilismo se encuentran marcadas por los dominios de uno o dos equipos en particular, por lo que las luchas por el liderato cuando tienes un segundo piloto obediente, brillan por su ausencia. Hemos aprendido a valorar un compañero de equipo que sea capaz de desafiar el orden establecido, disfrutamos con la rivalidad Vettel – Webber, Verstappen – Ricciardo, Vettel – Leclerc en 2019 y por supuesto, Hamilton – Rosberg. Las anteriores luchas nos hacían olvidar por momentos que estamos en una categoría con grandes dominadores y nos llenaban de expectativas para saber cuál de estos grandes pilotos se alzaría con la victoria en condiciones del mismo coche.
Por otra parte, desde la temporada 2017 hemos olvidado lo que se siente tener a dos pilotos con el coche ganador del mundo peleando en condiciones igualitarias por el título de pilotos, por supuesto que nos referimos al piloto finés Valtteri Bottas, el coequipero de Lewis Hamilton o “Wingman”, según lo llamaron una vez desde su propio equipo, ha fallado de gran manera en dar pimienta a la lucha por el campeonato del mundo donde nuestro único consuelo para una pelea apretada era que, como lo hizo Rosberg en su día, llevara al otro Mercedes al límite de la lucha psicológica, donde se viera que carrera a carrera los errores de uno eran aprovechados por el otro, es decir, una autentica lucha de lobos sedientos de gloria.
Pero el finés ha fallado estrepitosamente, al día de hoy con el mismo coche que gana los campeonatos de constructores, solo ha sido capaz de llegar a lo más alto de podio en ocho ocasiones, mientras que un piloto como Max Verstappen en autos menos competitivos ha logrado nueve. Un compañero de equipo estable y constante es importante para el resultado final de un equipo, pero no podemos caer en la trampa de elegir pilotos promedio y sentarlos en el segundo coche del equipo ganador, solo por seguir los caprichos del piloto titular, los fanáticos merecemos luchas constantes por el primer lugar el podio, presión entre los pilotos y que se respire ese aire de competitividad incluso entre los miembros de la misma escudería, solo así podremos salvar una temporada que se vea marcada por el dominio de unos pocos.
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Fuente: Fórmula 1 – Neumático Intermedio
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